"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Una historia más

UNA HISTORIA MÁS. Se fue despojando de todo. Comenzó por gastarse Los ahorros que siempre había querido tener por si acaso. Después se las ingenió para ir vendiendo de apoco y por unos miserables pesos lo que consideraba que tenía cierto valor: Los anillos de compromiso y algunas joyas, recuerdos de su mujer. Le siguieron el juego de cubiertos de plata, regalo de casamiento. Algunas chucherías de porcelana. Los trajes que conservaba de los buenos tiempos... ¿Y total para qué, si casi todo se le iba en remedios? ¿Quiénes eran los culpables de tamaña injusticia? Se le ocurrió que los responsables tendrían tantas caras, tantas manos, tantos nombres, que identificarlos le resultaba imposible. Además, ya no tenía importancia. Para los hijos, todo había pasado desapercibido. Lo visitaban de vez en cuando´ y las visitas eran tan fugaces, que nunca se dieron cuenta de la falta de las cosas o les resultaba más cómodo no darse por enterados. No quiso contarles sus penurias, pues algo le quedaba, que nunca podrían quitarle, la dignidad. Desde la vereda de enfrente, encubierta la cara por la gorra gris y la vieja bufanda, los observó por unos instantes. Allí estaba la larga cola que formaban los viejos como él, esperando llegar a la ventanilla donde recibirían la miserable paga como injusta retribución a toda una vida de trabajo. ¿Notarán mi ausencia? se preguntó, y con paso lento y cansado prosiguió su camino. Buscó el rincón más apartado del parque. Se sentó en un banco, el sol brillaba a pleno, el cielo lo contemplaba indiferente, escuchó por última vez el canto de los pájaros. La presencia del anciano, le agregaba una pincelada más de tristeza al paisaje invernal. Lo encontraron unos muchachos que buscaban la pelota. Aún apretaba entre sus manos el frasco de pastillas vacío. A su lado, asomando de la billetera, desprovista de dinero, tres niños le sonreían desde una fotografía. Úrsula Buzio

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